miércoles, 9 de febrero de 2011

Capítulo 2- "Nuevas Puertas" (Contado por Aleix)

Otro día más a trabajar, desde que había dejado el instituto mi padre me había obligado a trabajar en su empresa de reparaciones y cosas similares. No estudiaba nada mal pero dejé el instituto en 2º de Bachiller cuándo descubrí los “inconvenientes” que sufría mi entorno y yo mismo cada vez que estaba nervioso. Estuve varios meses encerrado en casa, prácticamente no salía de mi cuarto. Hasta que conocí a Sam, mi mejor amiga, en un chat. Ella me dijo que sabía lo que me pasaba y que no podía decírmelo hasta el momento indicado, pero confié en ella porque me ayudó a controlar mis “dones”, como lo llama ella.

Sam es una chica genial, siempre estaba sonriente y era sumamente positiva. Sus ojos azules eran pedacitos de cielo, es tal alta como yo, y su melena rubia le llega a la cintura. Su vestimenta es ligeramente extraña, es heavy y aunque nunca lo hemos comentado es posible que eso le trajese algún problema en el pasado, pero es demasiado especial como para no saberlo y dejar de respetarse a ella misma, tiene demasiada personalidad como para perder su identidad por lo que puedan decir los demás.

Cada segundo con ella es único y he aprendido a valorarlos como tal y guardarlos en mi memoria como un tesoro. Nuestra amistad ya dura dos años, y ahora a mis diecinueve años se que pase lo que pase, es una de las personas más importantes de mi vida, la quiero mucho. Creo que ahora mismo es mi única amiga, cuando empezaron las cosas raras los que creía como tal se alejaron de mí, todos nuestros conocidos nos preguntan si somos pareja, pero no siento algo de ese modo por ella, ni ella por mi.

Y allí estaba con Esteban cargando las herramientas y los marcos de unas puertas que teníamos que cambiar en un barrio pijo. Esteban era mi compañero de trabajo, tenía un par de años más que yo pero era simpático. Estaba algo gordo y ya tenía entradas, vamos, un viejo precoz. Trabajar con él era divertido, le gustaba el oficio tanto como a mi, osease, nada; y nos dedicábamos a jugar con tonterías, como por ejemplo a adivinar las cosas sobre los inquilinos de las habitaciones.

Entramos a uno de los cuartos a los que les teníamos que cambiar la puerta, era enorme y rosa, había muchas fotos de dos niños sonriendo juntos, peluches, las típicas libretitas dónde las niñas escriben sus frases cursis, y un gran armario cerrado seguro que lleno de vestiditos.

   -Típico cuarto de una niña de 12 años, de esas que cuando crecen pasan de todo esto y dejan de ser decentes.

   -Solo te has confundido en casi 6 años y en que no me considero una guarra, si es eso lo que insinuabas - No podía tener tan mala suerte, me giré y vi a una chica pelirroja, con buen cuerpo, no de escándalo pero estaba buena, aquel uniforme corto dejaba ver sus preciosas piernas, era de estatura normal y los ojos más embelesadores que he visto en mi vida, no podía parar de mirarlos. En algún segundo de los que estuve perdido en su mirada ambos nos dimos cuenta de que seríamos especiales el uno para el otro, quizás ella fuese la respuesta a muchas de mis preguntas.

    -No quería ofenderte, es sólo un juego -Le sonreí nervioso, estaba ofendida y aparentemente confundida. Me ignoró cogió una mochila de encima de la cama y salió embistiéndome.

   -Vaya, has ligado “Aleixito” - Percibí el tono de sorna en Esteban, haciendo mi nombre aún más difícil dado que me llamo Aleix, mi madre es griega y me puso un nombre poco común aquí. Apreté los puños e intenté controlarme. Fuera de la cara se levantó un fuerte viento que silbaba contra las ventanas, había logrado, al menos, alejar el efecto de mi “don” para que el desgraciado de mi compañero no sospechase sobre las corrientes de aire en una habitación cerrada, eso me relajó. El viento cesó y yo comencé a trabajar en silencio.

Tenía que volver a encontrarme con esa chica, tenía carácter y eso también me gustaba, aunque ahora me sentía ligeramente humillado. Busqué con la mirada alguna pista en su cuarto, tampoco podía cotillear sus cajones, en una esquina de la pared encontré su orla de la educación primaria, salía ella pequeñita, preciosa y muy alegre, su nombre estaba debajo, Carlota Ferrera, me gustaba su nombre; la orla era del colegio privado que estaba a dos calles de mi casa. Aquel colegio tiene primaria, secundaria y bachiller, si no recuerdo mal dijo que tenía casi 18 años. Tengo algo ahorrado, quizás sea hora de terminar el bachiller en un instituto de pijos.

Pasaron dos semanas desde aquel día, y terminamos de poner las puertas en aquella casa. El curso había empezado y supuse que ella iría a clase por las mañanas asi que no la vi más, consideré otras posibilidades como dejar una puerta mal para que nos volviesen a llamar, pero si ella estaba en clase estaba en las mismas, no la vería. Sam se reía de mi, y aunque no me daba ninguna pista, la noté algo rara pero no le dije nada, se le pasaría o acabaría contándomelo.

Decidí arriesgarme suponiendo que ella aún fuese a ese colegio, no creía encajar demasiado, no porque tuviese algo contra la gente que se podía permitir aquel colegio, sino porque soy algo basto y no me gustan demasiado los uniformes. Pero bueno, siempre podría dejarlo, no sería la primera vez que lo hacía.

Días más tarde, con el curso empezado, cruzaba la puerta de mi nuevo instituto dispuesto a encontrarme con mi destino.

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